Hace ya algunos años leí
la novela corta 'Lady Macbeth de Mtsensk' del
escritor ruso Nikolái Leskov
y, recientemente, he podido ver la adaptación cinematográfica del 2016, titulada "Lady Macbeth", que está basada libremente en el relato,
cuya historia
han trasladado de Rusia a Inglaterra.
En el presenciamos la turbulenta historia de Miss Katherine Lester, una joven
dama de la Inglaterra rural del Siglo XIX, que se ve obligada por protocolo
social a servir fielmente a un suegro que la detesta y un marido que la
aborrece y ni tan siquiera la toca. Tras una escapada de los hombres,
Katherine se siente libre y deja aflorar su deseo hacia un joven de la servidumbre. La
travesura se convertirá en costumbre, y la pasión desarrollada
conllevará la rebeldía de mantener su idilio en secreto, lo que
desencadenará en una espiral de violencia fuera de control.
Nos encontramos, pues,
ante una tragedia de corte shakesperiano, pero con la libertad de no
ceñirse a su obra para describir el perfil psicológico de esta nueva
Lady Macbeth, una mujer que sobrevive al aburrimiento y sometimiento de
las leyes de la época, convirtiéndose en una despiadada y maquiavélica
criatura que se mueve por impulsos pasionales egoístas.
En esta renovada 'Lady Macbeth', tanto la descripción de la protagonista como
la del entorno donde se mueve, están perfectamente captados por la
cámara del debutante William Oldroyd, capaz de mantener el equilibrio
perfecto entre una narración distante y el preciosismo de sus encuadres,
espléndidamente fotografiados tanto en interiores como en exteriores
por Ari Wegner.
La ambientación es muy realista, opresiva y claustrofóbica,
es un buen
ejemplo de cómo se puede contar
una historia con imágenes.
La quietud del lugar viene acompañada de la carencia de una banda
sonora, no hay ni una pieza instrumental, pues habrían alterado los
sonidos de la naturaleza circundante. El silencio es el mayor aliado del
director, y es un enorme acierto.
Todo el relato tiene un aire gótico,
se ve en la magnífica fotografía tanto en los interiores como en los
exteriores. Incluso se ve cuando Katherine Lester pasea por los
páramos, pues resulta imposible no compararla con Catherine vagando
entre la niebla y el frío en Cumbres borrascosas o con Jane Eyre huyendo
de Thornfield.
La actriz Florence Pugh nos deleita con una interpretación fría. Deambula por la
casa, tiesa, con esos enormes vestidos. Su rostro impasible no deja
traslucir sus pensamientos, salvo en algún momento en el que su mirada
deja entrever algún leve destello de maldad por la situación en la que
vive. Una mirada inquietante que ira diciendo más cosas conforme avance
el film y sus planes vayan siendo desvelados.
Cuando deja salir sus
instintos más primarios es cuando la película coge fuerza. Que nadie
espere un típico drama de época victoriano y una hermosa historia de
amor. Lejos de eso, es una historia provocadora y moralmente
cuestionable que nos muestra lo más recóndito y perturbador del alma
humana.
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