Cristales de tu ausencia acribillan mi voz, que se esparce en la noche por el glacial desierto de mi alcoba. -Yo quisiera ser ángel y soy loba-. Yo quisiera ser luminosamente tuya y soy oscuramente mía.
Si tuviera motivos para odiar la paz ya me habría abandonado, la piel estaría despegada de mi alma y no sería más que un montón de huesos. No comería para dejarle más lugar al odio, ni siquiera bebería para odiar más, no dormiría, no soñaría, no amaría, tan sólo respiraría para odiar, odiar y odiar... Pero mira por donde, que nací sin esa capacidad de sentir y si la tengo latente debe estar anestesiada, seguro que inconscientemente otra aptitud adopté, el odio lo cambié por ignorancia y olvido; y en el olvido se debió quedar el odio y ni si quiera sé si alguna vez odié.