La bibliotecaria era una mujer colmada de amor y cultura, cuidaba cada libro como a un hijo. Cuando los socios devolvían algún ejemplar tras un periodo de estar fuera, ella lo acogía con amor maternal, le colocaba bien las tapas, acariciaba con mimo el título, desdoblaba las hojas marcadas y después lo acomodaba en la estantería depositándole antes un cariñoso beso en el lomo. La vuelta a casa de cada libro era una celebración para ella, del mismo modo que no podía evitar entristecerse cada vez que de la sala de préstamos partía uno.
Texto: Bohemia