Claudine André es una madre de familia numerosa que le dio un giro radical a su vida cuando en 1993 llegó al Zoo de Kinshasa un pequeño bonobo moribundo. El pequeño huerfano fue bautizado como Mikeno y algo del dolor de un país, que ha sobrevivido a una guerra de 60 años, debía adivinarse en su mirada, porque para Claudine conocerle fue la gota que colmó el vaso. Hay gente que se enternece con los bebés, otros con los ancianos, pero a Claudine fueron estos huerfanos peludos los que le robaron el corazón
Si se juntara a todos los bonobos del mundo no llenarían un estadio de futbol, quedan muy pocos pero, aún queda menos gente como esta veterinaria, capaz de enfrentarse cara a cara a los furtivos que los cazan para vender su carne a los restaurantes donde comerlos se ha puesto de moda. O viajar hasta donde haga falta para dar a conocer a la única raza de simios que prefieren hacer el amor (literalmente) y no la guerra. O crear un paraíso para estos animales en el terreno de 30 hectáreas, con mansión incluida, donde el antiguo dictador Mobuto Sese Seko pasaba los fines de semana. O convencer al Gobierno para que confisquen las crías raptadas para ser vendidas como mascotas.
En Kinshasa (República Democrática del Congo) se la conoce como "El ángel de los bonobos" porque ha creado un santuario para estos pequeños simios. Ni Jane ni Tarzan hicieron tanto por Chita.
Texto: Silvia Fernández