La amistad es como la dignidad, una conquista de igualdad entre los seres humanos que ha costado mucho alcanzar. Su perdida afecta a la integridad afectiva de la persona. Cuando se rompe, fragil como es su naturaleza y arduo su mantenimiento, la vida merece menos la pena. La verdadera amistad es una conquista permanente, un bien trabajado al que hay que mimar con inteligencia y saber defender si llega el caso. Hagamos pues cobijo de la amistad. Nuestros amigos, los de verdad, acompañan los deseos más intimos, disfrutan con nuestros logros, sufren más de lo que creemos cuando el pesar nos atenaza el ánimo o la desgracia nos fulmina. Comparten la vida desde la absoluta libertad. Son capaces de aliviar frustraciones, enderezar un mal paso que dimos, apoyar la voluntad si flaquea y hacernos sentir en forma. Poseen el poder terapeútico del médico, la habilidad del mago, curan la melancolía pues provocan una sonrisa inocente y nos estimulan con su ingenio. Es tiempo de que reinvindiquemos la amistad como imperativo vital, como conquista de una sociedad avanzada. Sólo así alcanzaremos una paz sólida y la solidaridad será práctica común. Hagamos de nuestra relaciones de amistad sustento importante de nuestro estado de bienestar espiritual. Porque abandonados al amor de los amigos seremos más felices y probablemente mejores personas.
Del libro: Elogio de la amistad(Ignacio Merino)