martes, abril 12, 2022

Araucaria...


El hueco que dejó la araucaria propició un cambio en el cielo y en la tierra. La cohorte de aves que descansaban a diario en la cumbre se vieron de un día para otro desubicadas sin su lugar de recreo.  Como vecinos de la 13 Rue del Percebe se distribuían por plantas y ponían banda sonora a la mañana con sus variados cantos. Los mirlos, las tortolas, las urracas, las abubillas y gorriones se quedaron sin su club social.

El aloe vera, me consta, añora su alargada sombra, la cual ha sido sustituida por la modesta penumbra que ofrece una sombrilla de playa, que no es lo mismo, ni lo será. Sus ramas como punzones elásticos ya no alfombraran más el cesped, así como tampoco sus piñas desfragmentadas volarán en bandada con el viento de levante.

Ahora si alzas la mirada, en el hueco donde estaba, ves las nubes pasar, cuando antes sólo veías su imponente estatura, espigada y navideña, majestuosa y venerable. La araucaria enfermó y ahora es leña, se fraccionó en infinitos trozos que caldearán muchos inviernos. Nada cambia, todo se transforma, sin ya estar sigue estando. Incluso está aquí y... está en tus ojos.

En el hueco que dejó ahora se esfuerza por crecer un árbol de aguacate, enclenque y atolondrado, con hojitas sin vigor que lo hacen parecer despeinado. Por el momento solo se ha posado en él una mariposa y con ella lo he visto temblar agitado, sin confianza, luchando como un funambulista por mantener el equilibrio. Aún así, sé que ese pequeñajo tiene vigor y unas raíces fuertes que lo afianzaran en su terreno día a día. Tengo confianza en él y espero que tiempo para verlo crecer.

 

 Texto: Bohemia

 

 

 

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