Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy poco antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos. Pero la sombra de la mujer salvaje acecha todavía a nuestra espalda día y noche. Donde quiera que estemos, la sombra que trota detrás de nosotros tiene sin duda cuatro patas.
1 comentario :
¿Se dejará conocer esa tal mujer salvaje?
¿Será posible?
Saludos,
J.
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