
El hombre de rojo que vive en mí ensaladilla y yo
os deseamos una feliz entrada en el nuevo año
y una mejor estancia en él...
Chin Chin!!!
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Foto: Bohemia


Me gusta imaginarte así, frente a tu computadora, descalza, con el largo cabello jugando con el aire que entra por la ventana y disfrutando de las baldosas frescas, con un pantalón blanco y una blusita ligera, con tu encantadora sonrisa y tus dedos ágiles. La luz que entra por la ventana es diáfana y calurosa, se escucha a lo lejos una canción de Compay Segundo, el artista cubano. Luego das un trago a un vaso con agua helada que tienes cerca, y piensas que sería mejor si fuese una cerveza... Sigues escribiendo y desvías la mirada mientras entra un gato sin haber sido invitado. Te ronronea y se acaricia con tu pierna, repega su suave cuerpo peludo y te mira con unos ojos en los que adivinas la verdad: es un príncipe encantado que quiere un beso de su doncella para liberarse del hechizo en que lo metió una joven bruja por haber mal invertido en la bolsa de valores varios miles de euros. Te mira con sus bellos ojos verdes y piensa "¡qué bellos ojos verdes tiene esta niña!". Entonces tú, con apenas un parpadeo, le haces ver que llegó tarde, que ya encontraste un príncipe y no tienes ánimo de andar besando gatos encantados. Entonces él decide marcharse y volver por la tarde, a ver si por lo menos le regalas un platón con leche. Luego piensas en las playas, en las gaviotas planeando en el límpido cielo que no mancha ni el asomo de una nube. Recuerdas la canción de Silvio Rodríguez "gaviota gaviota, blancura de lirio, cadencia insaciable, vals del equilibrio..." y piensas que te gustaría ser una gaviota para irte un día a recorrer la costa hasta Ibiza, volando bajito para escuchar el rumor de las olas e hipnotizarse con el vaivén de la marea. Dime ¿no es acaso la felicidad un estado de momentánea ignorancia de las cosas que nos ponen tristes? Luego, poco a poco, abres los ojos y está frente a tí la pantalla de tu computadora. "Ya volví", piensas. Porque sabes que no estabas, que de verdad fuiste una gaviota y te alejaste un rato de tu cuerpo, de tu casa, de tu conciencia terrenal y sabiamente en lugar de buscar explicaciones prefieres disfrutar las sensaciones. Acomodas un poco el cabello porque lo tiene todo revuelto. Es que lo despeinó la brisa en el vuelo.














Tengo los ojos secos, no me quedan lágrimas. He perdido hermanos en la lucha, he perdido hijos por el hambre, mis pechos son cantaros secos, mi alma una pesada piedra y bajo ella no habitan alacranes por miedo a morir de frío. He perdido los sueños que tejí en mis noches, he perdido las noches tejidas de duelo, y ya sólo soy un montón de huesos, un vientre yermo, una cantera de dolor, una madre huérfana de caricias... 






