No existen secretos para quienes cambian las sábanas...
Los seres humanos carecemos de buenos espejos.
Es muy difícil para cualquiera mostrarnos cómo se nos ve,
y para nosotros mostrar a cualquiera cómo nos sentimos.
Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. “Amplia
sonrisa, caderas anchas… una madre excelente para mis hijos”, pensó. La
saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna. Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía.
Dudó. Ella bajó. Se sintió divorciado: “¿Y los niños, con quién van a quedarse?”.
(Andrea Bocconi)