Si no lo creo...

...no lo veo
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Foto: Norvint

No tengo instructor de vuelo, sólo tengo deseos de volar, un racimo de vértigos y unas alas blancas, casi transparentes, que a veces cuando les da la luz parecen brillar como si estuvieran hechas de espejitos y cristal. Cuando las saco del armario me las coloco con cuidado, peino
sus plumas y las perfumo con eau de azahar. Luego las bato, no como si fuera a hacer tortilla, las bato como si fuera una mariposa, con brío y energía pero a la vez con suma delicadeza... Voy calentaaaaaando motores y, con ese básico movimiento, consigo hacer danzar a las flores de mis macetas...¡me encanta oírlas reír...! Es entonces cuando me elevo unos centímetros del suelo y simplemente vuelo...Las primeras veces me cubría los ojos con las manos, mi vértigo era más fuerte que yo, luego me fuí acostumbrando a la sensación, me fuí dejando llevar y cuando sentía que tocaba el techo con mis pensamientos, bajaba con el corazón asombrado y una extraña sensación de sentirme etérea. Poco a poco fui tomando confianza a mis alas y a mis vuelos, convertí mi casa en mi local de ensayo y ahí aprendí ciertas acrobacias y piruetas. Me encanta divisar mi hogar sentada en el cortinero, todo toma otra perspectiva y, no diré nada de ver una puesta de sol sentada en una nube, ¡eso ya es el éxtasis total!...No tuve instructor de vuelo pero, tengo mucha fuerza de voluntad, aprendí sola a montar en bici y sola he aprendido a volar. Hubo algún pequeño incidente, no lo negaré, un mal aterrizaje, un fallo de cálculo, un golpe tonto...nada que no pueda arreglar una venda o un poco de mercromina. Pero, lo mejor de todo, es cuando guardo las alas y me voy a dormir, es cerrar los ojos y ya me convierto en pájaro, en una libélula o en brisa nocturna...Siempre estoy en el aire, debo ser algo así como una mujer de altos vuelos...

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es eso - reveló - un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. no hay dos fuego iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. 
