
Tomamos un corazón... Lo rebozamos en harina... Y por último lo ponemos en la freidora...

¿Qué conseguimos...? Un corazón rebozado y rebosante de calor y color para el 2008...
Feliz Año Nuevo...
.
Texto y foto: Bohemia















En tanto que uno crece no envejece, este es el secreto, también de la legendaria longevidad del cocodrilo del Nilo y de la tortuga gigante. Un cocodrilo macho de cien años dista mucho de ser un anciano impotente. Por el contrario, puesto que sigue creciendo todavía, ningún cocodrilo más joven alcanza ni el tamaño, ni la fuerza del "viejo caballero" por lo que este siempre tiene entorno suyo un harén cuyas hembras se lo reparten y encuentran en él su satisfacción sexual. Naturalmente tiene que vigilar continuamente para que no llegue un jovencito de unos ochenta años que dispute su imperio, pero mientras el centenario animal siga creciendo puede superar a todos sus rivales. Lo mismo le sucede a las tortugas que en su larga vida sólo dejan de crecer cinco minutos antes de su muerte y, consecuéntemente, se mantiene joven hasta el último instante. Las tortugas gigantes llegan de ese modo a un peso de 100 kg y a una edad de 200 años. En la lucha por una hembra en celo arrojan a sus rivales de menos peso fuera de su territorio utilizando su coraza. También las especies más pequeñas como la tortuga griega, tan apreciada como mascota, respetan la grandeza de la vejez en un miniformato. Su concha únicamente alcanza una longitud de 20 cms. pero, pese a todo siguen creciendo hasta poco antes de su muerte y con ello alcanza su máximo de edad de 115 años. En el reino de los cocodrilos y las tortugas los ancianos no son enviados al asilo de los invalidos, si no que son ellos los que triunfan. En tanto que un ser vivo crece no envejece, he ahí la importancia de mantenerse creativo y con ganas de llevar proyectos adelante.
